Me percato de la luz que se esconde detrás de la oreja de mis niñas. Volteo y le pico el ojo al resplandor que porfiadamente entra por la ventana a través de las persianas. Se molesta y sin nada más entra y me llena de escarcha el semblante. Camino hacia la cocina y el café recién hecho me besa la nariz. En un dos por tres mis manos chapotean en el lavaplatos y los vasos sueltan carcajadas de tantas cosquillas. Escucho unas vocecitas cantando y veo a las hormigas que se van despacito cargando tres granos de azúcar que dejé caer. Muy contentas me piropean los zapatos rojos que llevo puestos. La tela de mi falda se tensa un poco y al mirar hacia abajo siento esos guantes de terciopelo que cubren las manitos de los bebés y allí están mis niñas, acariciándome la pierna para que las mire y les dé lo que me piden. Las abrazo y las hago felices porque para eso, me di cuenta, fue que vine al mundo.
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Cuentos
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Naida Saavedra
Escritora
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