No todos los niños nacen sabiendo mamar. Ajá, ¿no lo sabían? Pues no, no todos saben cómo mamar. Las tres mías, ¡gracias a Dios!, sí han sabido cómo sacar la leche del seno. Los bebés tienen que poner la lengua en forma de tubo y pegarla hacia el paladar superior para poder succionar la leche con éxito. Hay algunos que no saben eso. ¿Quién se lo enseña? Nadie. Pero el que no sepa, sufre.
Imagínense: un bebé recién nacido que no mame y la mamá sigue produciendo leche. ¿Qué pasa? El bebé no para de llorar y la madre se desespera porque tiene leche pero no sabe cómo enseñar a su hijo a que chupe bien.
Recuerdo a mi prima que tuvo ese problema. Con una manguerita pegada a un gotero fue que pudo mostrarle a su bebé cómo mamar. La manguerita se adhería a la punta del pezón con cinta plástica y mi tía le sostenía el gotero por encima del hombro. El bebé intentaba succionar y finalmente no se sintió frustrado cuando se dio cuenta que una gotica de leche le caía en la boca. Era la leche que provenía del gotero... pero entusiasmado seguía mamando. Y al pasar de los días descubrió que poniendo la lengua en forma de tubo sacaba más leche, pues se unía la que venía del seno. Todo fue un pequeño engaño para beneficio tanto del bebé como de la madre puesto que en el interín de esos días mi prima seguía produciendo leche y al no poder tener la succión necesaria se le empezó a acumular. Y allí empieza el paquete, el dolor y la angustia.
Por eso es que yo, a pesar de tener muchísima leche y de haber podido superar los problemas de los senos los primeros días después del nacimiento de mis hijas, y aunque me siento bendecida porque puedo proveer leche, no critico a ninguna mujer que decida no dar pecho o que se dé por vencida rápido, porque, señores, no es tan fácil. Amamantar no es nada fácil.