No voy a la iglesia todas las semanas, por diferentes motivos, incluyendo estos meses los malestares matutinos por el embarazo puesto que la misa en español que hay aquí es a las 10am. Sin embargo tenía ya tiempo con ganas de ir y meditar un poco. El padre de la iglesia me cae muy bien, es un colombiano muy simpático y me hace sentir cómoda con sus sermones y conversaciones.
Muy bien, pues esta mañana no vomité y me sentía más o menos decente y por un milagro mis niñas y yo estuvimos listas a tiempo para salir. Yo iba a ir sola pero las chiquitas me pidieron ir conmigo. Llegamos a tiempo, incluso hasta pude saludar al padre antes de que empezara la misa pero.... ¿qué pasó?... una de las niñas se portó mal desde que arrancó la misa y yo no podía escuchar nada, ni rezar un poquito pude. Es como cuando se pega un cassette (si los lectores saben qué es un cassette) y no hay forma de arreglarlo. Así que decidí que nos fuéramos. No llegué a la tercera lectura.
Me sentí muy mal por no poder cumplir lo que quería. Solamente quería estar allí en ese lugar que me hace sentir bien pues la congregación es muy simpática y decente. Solo quería meditar un poco... tranquila. No pude.
Mi niña ya al rato y estando en casa, solita me pidió perdón y ha estado tratando de contentarme con dibujos de flores y abejas. El arrepentimiento es sincero y sus ojos me lo dicen. ¿Y qué más hace uno? Abrir el corazón y perdonar.
Eso sí, ¡el próximo domingo voy a ir sola!