Este fin de semana acompañamos a Carlos a Jacksonville, Florida, donde participó en un festival de música. Muy contentas nos fuimos con él, y yo, particularmente, estaba feliz porque iría a un concierto con las bebas.
Todo iba muy bien hasta que llegamos al lugar... desde antes de que empezara, durante y después del evento, la chiquita se portó muy mal, tanto así que tuve que salirme del concierto después de canción y media, apenas. Me devolví con ellas al camerino, al cual, gracias a Dios, había tenido acceso desde antes de la presentación de Carlos. En ese cuarto había comida, agua, sofás y espacio para que los músicos se fueran preparando para salir al escenario. La chiquita siguió portándose terriblemente. Una hora después cuando Carlos entró al camerino yo me encontraba con ella en el baño pues había que cambiarle el pañal y al salir y encontrarme con Carlos le dije que estaba de mal humor por lo sucedido. Una persona que estaba allí vio a mi niña y dijo: "aaaaayyy, pobrecita, está cansada". ¡¿Cansada?! No, no, no. Me volteé y le dije con cara de enfado: ¡cansada estoy yo!
Y no, no me importó.